En las últimas décadas, el arte contemporáneo ha alcanzado un gran nivel de notoriedad público y mediático. La naturaleza de esta publicidad tiene su origen en una mezcla de las tácticas de shock de las vanguardias históricas con estrategias de promoción propias de las nuevas sociedades de la información. Artistas y promotores usaron a los media en su propio beneficio, provocando a su audiencia repetidamente. Por su parte, los medios de comunicación empezaron a fijar su atención en el ámbito del arte contemporáneo, dando una imagen escandalosa de obras y artistas, y elaborando una serie de mitologías para el consumo del gran público que en buena parte estaban basadas en viejos mitos de la historia del arte, resucitadas con ocasión de la mundialización de la cultura.
La presente tesis es un análisis de los conceptos de transgresión y provocación en el ámbito del arte contemporáneo, en el contexto de los últimos años del siglo XX y comienzos del XXI, con énfasis en su repercusión a nivel mediático y social. Al objeto de delimitar los campos de estudio, en un primer momento se procedió a contextualizar la fenomenología de lo transgresor en el marco teórico de la antropología. Pronto se desvelaron las conexiones que estos conceptos mantenían con la organización social y la experiencia religiosa. De ahí, deducimos que la causa primera de lo transgresor procede de la mezcla de dos concepciones antagónicas entre sí: lo sagrado y lo profano, lo puro y lo impuro. Del análisis del tabú, hallamos que se usa como vertebrador del orden social, y una compleja teoría de las prohibiciones lo protege para evitar el caos y la indiferenciación. Encontramos rastros de este pensamiento mítico en las religiones antiguas, así como en el cristianismo y los demás cultos monoteístas. La obsesión por mantener la pureza como garante de la integridad social conlleva sanciones, interdictos y violaciones del mismo cuidadosamente reguladas por la autoridad. Así, la ansiedad hacia lo prohibido se canaliza hacia fiestas en las que se prescribe la vulneración del tabú a través del rito: las saturnales, el carnaval, el Mardi Gras, las fiestas de los locos medievales…
Tras fijar y rastrear las raíces antropológicas, religiosas y sociales del quebrantamiento del tabú, la investigación se centra en cómo la transgresión se ha situado a sí misma en un lugar privilegiado en la cultura occidental, apelando a la mitografía de su origen: con una transgresión del mandato divino empieza la era del hombre según la tradición cristiana. Se analiza el mito de subversión de Dionisos, dios de la fiesta y el éxtasis ritual, y cómo sus seguidores subvierten el orden y vulneran los principios más sagrados durante sus celebraciones.
Ya en la modernidad, los escritos del marqués de Sade elevan al ser humano a soberano de sí mismo, y como tal inspirarán al filósofo Georges Bataille, en principio una figura marginal dentro de la corriente surrealista, pero luego rehabilitado por pensadores de la posmodernidad a través de la relectura de las vanguardias históricas.
Manet irrumpe en la historia del arte provocando escándalo tras escándalo: Le Déjeuner sur l'Herbe (1863), Olympia (1863)… A partir de las vanguardias lo transgresor se hace tolerable, deseable incluso. En el marco del arte contemporáneo, la belleza se hace sospechosa y se produce una génesis de todo aquello que anteriormente no era tolerado o se reprimía. La fealdad resulta más auténtica, más veraz, como expone Picasso en el Guernica (1937). El asco, expresamente proscrito por Kant de la experiencia estética, es rehabilitado como materia de creación, y así lo es lo abyecto, lo informe, lo feo.
Lo transgresor opera dentro de estas variables, y en una época en que el arte puede ser manifiestamente cualquier cosa, el arte transgresor (el arte transgresor calificado como tal por los medios de comunicación y la crítica) opera en unos parámetros muy estrechos. Como parte de un esfuerzo de calificación, hacemos una propuesta iconográfica de nueve categorías subversivas:
1. El cuerpo fragmentado.
2. El doble y el monstruo.
3. Fluidos corporales.
4. Basura y excrementos.
5. El cadáver.
6. El animal o la víctima del sacrificio.
7. La blasfemia religiosa.
8. Traumatófilos.
9. El arte inefable.
Dentro de estos parámetros, el arte transgresor ha encontrado en la sociedad de la comunicación una vía ideal para canalizar su energía y sus propuestas, configurando un arte de la provocación cuyo éxito ha sido probado por su cotización en la economía de mercado y por la adopción de su estrategia provocadora en ámbitos como la música o la publicidad.