Qué debo enseñar? ¿Cómo enseñarlo? ¿Qué ha de aprender el alumnado? ¿Cómo aprenden los discentes? ¿Cómo atender a la diversidad? Estas y otras preguntas nos hemos hecho todos al enfrentarnos por primera vez a la práctica docente. A lo largo de este trabajo resolveremos algunas dudas al respecto, aunque nunca debemos dejar de interrogarnos, si queremos ser profesionales de calidad. Muchos padres y madres nos confían sus hijos y es nuestra responsabilidad el formarlos, no solo enseñándoles conceptos (saber) sino también habilidades (saber hacer) y actitudes (saber estar y ser) (Alart, 2010, p. 61). Sin embargo tanto progenitores como docentes están implicados de forma activa en la educación del alumno, ya que la familia y la escuela son las dos instituciones principales en su formación (Sarramona, 2008), por eso han de colaborar conjuntamente, han de ser guías, ayudándole a que abra los ojos y a ser responsable (Peters, 1969, 53), a que descubra su vocación y tenga una vida satisfactoria y enriquecedora y sea capaz de desenvolverse en la sociedad (Consejo General de Colegios Oficiales de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias, 2010, p.1). Por ello el profesorado debe seguir formándose para adquirir los conocimientos y desarrollar las destrezas y habilidades que necesitan para estar al día con las nuevas tecnologías y los nuevos roles docentes que exige la educación de hoy (Fernández Muñoz, 2003)