Desde sus orígenes y hasta los 90 el vídeo ha sido documentado y analizado con exhaustividad. En los últimos años se ha oído el rumor de la muerte del género, pese a que los dispositivos de captura de imagen se multiplican de forma exponencial, tanto como sus aficionados y los canales de distribución, que han conquistado teléfonos, ordenadores y tablets. El vídeoarte surgió con el movimiento: el movimiento físico del fotograma de la película a la cinta magnética, hasta que el formato digital lo paralizó. El movimiento ya sólo se simula: una raya roja vertical metáfora de la cabeza lectora de los antiguos equipos. El resultado de estos cambios técnicos no puede ser ajeno. El tiempo se ha desplazado, del movimiento de la cinta en la máquina, a la tarea perceptiva del espectador. El tiempo ha sido eliminado del soporte vídeo; por lo que podemos hacer vídeos sin tiempo: sin imagen-tiempo. En el origen siempre estuvo el fotograma. Roland Barthes habla de la “temporalidad de la significación” cuando explica el Tercer sentido de la imagen. Ahí reconoce el cómic y la fotonovela como esas otras artes del fotograma.
Esta ponencia se propone analizar las posibilidades del vídeoarte hecho con imagen fija, desde autores pioneros como Chris Marker y su mediometraje de 1962 La Jetée; a la trayectoria de James Coleman, que durante casi 30 años ha explorado las posibilidades narrativas de la proyección de imágenes fijas; o artistas como Douglas Gordon quien ha hecho de la experimentación de lo temporal el hilo conductor de su trabajo.
También exploramos las posibilidades creativas que la imagen fija permite en el campo del vídeo actual, recuperando la estética y el lenguaje de la fotonovela, y las posibilidades del vídeo y las tecnologías actuales de exhibición mediante el análisis de un caso práctico.