Las definiciones existentes sobre la multiculturalidad y la interculturalidad comparten un elemento que se hace común a ambas: la presencia de una pluralidad de culturas en un mismo ámbito o contexto, y la relación que entre ellas se establece. Y es esta relación la se puede enfocar desde posturas distintas, tal y como especifica Elósegui-Itxaso (1997, pág.24-25), en su exposición sobre los planteamientos Asimilacionista, Multicultural e Intercultural. Según la autora las posturas Asimilacionistas afirman “la primacía, el predominio o imposición de la cultura propia sobre otras”. Desde posturas Multiculturales se produce “una reacción frente al asimilacionismo por parte de una cultura mayoritaria, reivindicando (desde culturas minoritarias) el derecho a la diferencia”. Las posturas interculturales plantean sin embargo “una convivencia en la diversidad (puesto que), detrás de la diversidad cultural, hay unos valores comunes”.
Desde el punto de vista de la presencia de distintas culturas en un mismo territorio, cada uno de estos tres esquemas relacionales va a implicar una concepción distinta sobre el valor de las diferentes culturas presentes en el ámbito o contexto de que se trate en cada caso. El “Asimilacionismo” considerará que la cultura “propia” u “originaria” de un territorio dado, deberá ser asumida por el resto de culturas. El “Multiculturalismo” reconocerá el valor de cada cultura, lo valioso de la especificidad cultural, pero siempre desde la preeminencia de los cánones de la cultura “propia” u “originaria” del territorio o contexto al que nos refiramos. El “Interculturalismo” reconocerá el valor de cada cultura, pero lo hará de una manera más inclusiva y heterogénea, que buscará la configuración de una cultura común basada en los valores compartidos por cada cultura participante.
Lo multicultural, que no deja de ser más que el reconocimiento de la existencia de múltiples culturas en un mismo territorio “regido” por una cultura mayoritaria, rescata sin embargo un elemento que el pluralismo no concibe: el derecho a la diferencia. Si defendemos la realidad Intercultural como una realidad más inclusiva y heterogénea que la realidad multicultural, es porque concebimos la interculturalidad como una opción de organización de la realidad social planteada desde una unidad de acción y expresión. Una unidad formada, además, por todas las categorías de análisis, interpretación y expresión del mundo presentes en la misma sociedad.
Los supuestos interculturales se fundamentan teórica y prácticamente en los supuestos multiculturales, pero van elaborando poco a poco una concepción propia. Y es gracias a esta concepción que las distintas culturas presentes en un territorio no se limitan a yuxtaponerse (a relaciones de proximidad sin establecimiento de nexos entre ellas), sino que se van interrelacionando desde premisas de igualdad. Por ello, aunque lo intercultural sí es un reconocimiento explícito de la diversidad cultural, lo es sólo en el plano del puro discurso teórico. Porque resulta constatable que ni en la teoría ni en la práctica podemos ver todavía una aceptación verdadera de la diversidad cultural como igualdad real entre las culturas. Seguimos topando con una realidad cultural única en el poder, que hace que las estructuras, las normas y las instituciones sociales que definen a las sociedades occidentales, sigan respondiendo a un único proyecto cultural no diverso.
Se debe partir necesariamente de un replanteamiento crítico de los presupuestos multiculturales, para alcanzar la diversidad intercultural. De aquí la insistencia en la necesidad de volver a plantear el significado y las prácticas de la multiculturalidad no porque sea un modelo no válido. Al contrario, es el modelo al que debemos remitirnos necesariamente por la riqueza de sus planteamientos, y sobre todo porque es la base de la diversidad cultural que corresponde lograr en un sentido democrático. El problema reside en que lo multicultural nace como un espacio de derechos sociales para proyectos culturales que no quieren formar parte de la conciencia ideológicamente configurada como universal.
Sigue siendo un espacio limitado y definido desde esa misma conciencia, desde ese mismo modelo cultural homogéneo. El espacio multicultural se desarrolla ideológica, cultural y socialmente, desde los proyectos culturales del grupo o grupos que participan de él, pero sigue siendo un elemento más de un espacio mayor que aún hoy continúa sin pensarse desde la diversidad. Las culturas e identidades minoritarias encuentran en lo multicultural y lo intercultural un espacio de expresión y reivindicación. Pero sigue organizado y estructurado siempre desde la cultura e identidad mayoritaria. La diversidad cultural sigue siendo diferencia cultural, no contacto cultural en términos de igualdad.