La Inteligencia Emocional (IE), definida como un conjunto de habilidades para percibir, utilizar,
comprender y regular las emociones, ha mostrado una relación negativa con la conducta agresiva
(García-Sancho et al. 2014), es decir, las personas que presentan dificultades para manejar sus emociones y la de los demás, muestran una mayor incidencia en el uso de comportamientos
agresivos que aquellas personas con mayores niveles de IE. Sin embargo, hasta la fecha, ningún
estudio ha analizado la relación entre la IE y la agresión en una situación experimental, existiendo
solo datos obtenidos a través del informe de los participantes o de observadores externos.
Por otra parte, aunque la relación entre IE y agresión se ha mostrado consistente a través de
diferentes tipos de agresión (física, verbal e indirecta; García-Sancho et al. 2016) no existen datos en la literatura acerca de la asociación entre la IE y la agresión desplazada.
El término agresión desplazada se refiere a aquella conducta agresiva, producto de una
provocación inicial, dirigida a hacer daño hacia una persona distinta de la fuente responsable de tal provocación, agrediendo, por tanto, a un objetivo aparentemente inocente (Dollar et al., 140).
Los objetivos de este estudio fueron, en primer lugar, ofrecer datos preliminares de la relación
entre IE y agresión desplazada. En segunda lugar, explorar la relación entre las habilidades
emocionales y la agresión en un contexto experimental tras generar una condición experimental que indujo a los participantes un estado afectivo negativo asociado a la ira