Existe una amplia evidencia empírica de que hay una relación muy estrecha entre el ambiente en el que vivimos y la calidad de vida. Hoy en día la mayoría de la población mundial habita en entornos urbanos. Sin embargo, se ha comprobado en numerosos estudios que la falta de contacto con la naturaleza de los habitantes urbanos se relaciona con algunos trastornos psicológicos como el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDHA), agresividad, estrés y numerosos problemas de salud, así como otros efectos como el analfabetismo natural.
Por el contrario, los seres humanos tienen una preferencia por los ambientes naturales frente a los ambientes urbanos. Esta afinidad por la naturaleza se conoce como hipótesis de la biofilia, y se han comprobado los numerosos beneficios psicológicos y físicos del contacto con elementos naturales, tanto fuera como dentro de las ciudades: reducción del estrés, recuperación de capacidades cognitivas como la atención y concentración, aumento de la satisfacción y la calidad de vida, e incluso la pronta recuperación de pacientes hospitalizados, cuando éstos tienen acceso a una zona natural como un parque o jardín. Estos beneficios se han observado tanto en adultos como en niños, a pesar de lo cual, su aplicación al diseño urbano (calles y plazas, hospitales, escuelas, residencias, etc.) ha sido muy escasa hasta el momento. Se discute la necesidad de modificar nuestras ciudades de acuerdo con estos principios, de forma que se conviertan en ambientes más sostenibles, amigables, y disfrutables.