La noción de hábito despierta un gran interés en nuestros días en ámbitos como la psicología, la neurociencia y la ética. En psicología y neurociencia el hábito se considera decisivo para comprender el aprendizaje, aunque con frecuencia se presenta tan solo como un automatismo adquirido. De este modo, su valoración varía: es positiva si se atiende a la descarga que supone para la actividad consciente y a la rapidez que aporta a las respuestas, pero es negativa si se considera la rigidez y la dificultad que para adaptarse a nuevos entornos. No han faltado, por otra parte, filósofos que se han ocupado del hábito (Ravaisson, James, Ricoeur, Bourdieu, etc.), pero, por importante que lo consideren, suelen tratarlo dentro de estas coordenadas.
Sin embargo, teniendo en cuenta que la noción clásica de hábito es la que ofreció Aristóteles y que esta es distinta de la que es usual en el pensamiento moderno, resulta llamativo que, a pesar del interés que recientemente ha despertado este autor, la noción de hábito que propone haya quedado confinada, a lo sumo, al ámbito de la ética, mientras que el valor que representa para la antropología y las razones por las que ha sido olvidada, alterada o tergiversada hayan sido poco estudiadas.
Frente a este desinterés parece conveniente preguntarse si la noción de hábito aristotélica resulta compatible con la noción de subjetividad que ha propuesto y desarrollado la filosofía de los últimos siglos, qué luces puede arrojar sobre la intuición filosófica en qué la subjetividad moderna se apoya y si, a la luz de la crítica del sujeto que se propone hoy desde diversos ámbitos, un replanteamiento y desarrollo de la noción clásica de hábito puede ofrecer elementos para resolver mejor cuestiones tan acuciantes para el pensamiento actual como las de la libertad, la identidad personal y la intersubjetividad