Francisco Umbral escribe en el prólogo de Los males sagrados: «Lo autobiográfico sólo da cuarenta folios». Es evidente que a partir de ese límite reivindicado por una de las figuras más famosas de la literatura del yo, no se entiende cómo ha podido dedicar la mayor parte de su obra a esa clase de textos. Sin embargo, el matiz introducido por el adverbio «sólo» parece indicar que si lo autobiográfico no basta para escribir una buena obra, puede ser, para él, la base de un texto literario más ambicioso y aparentemente necesario.
El texto Mortal y rosa (mayo de 1975) es ejemplar para presentar este estudio.