Este ejercicio final de carrera abarca el proyecto de un nuevo cementerio en Málaga. Desde el análisis del lugar y el estudio de
las prácticas funerarias en relación con la cultura urbana, hacia una propuesta concreta y su posterior desarrollo técnico.
La posición de una ciudad ante la muerte revela interioridades religiosas, sociales, económicas y en definitiva culturales. En el
caso de las zonas urbanas andaluzas, es latente el distanciamiento (no solo físico) entre la ciudad y esta otra-ciudad. En concreto
en Málaga (una de las ciudades españolas con mayor índice de incineración y donde la mayor parte de la población se define
católica), la construcción de nuevos columbarios dentro de espacios urbanos crece, en respuesta al desapego por el actual
cementerio. Cabe preguntarse si los cementerios como infraestructuras urbanas, acabarán convirtiéndose en ruinas a menos que se
adapten a los requerimientos actuales.
El lugar para su ubicación, nunca urbanizado, cuenta con un eje articulador Norte-Sur: un cauce que contiene agua de manera
puntual. Es por tanto la erosión uno de los factores protagonistas en la morfología del territorio. Pizarras rojizas constituyen junto a
una estructura vegetal de gran cobertura, el característico color de la zona, viéndose éste reflejado en la materialidad del
proyecto.
Este ejercicio intenta difuminar el borde entre la ciudad y la naturaleza, guiando al usuario a lo largo de tres etapas, en
correspondencia con la tres escalas que se abordan: la urbana (aproximación), el edificio (despedida) y las estructuras funerarias
(el recuerdo).
Se plantea la creación de un sistema de paisaje, un parque para la ciudad que colabore con la funcionalidad del Arroyo de
Teatinos. Dado que el paisaje ya existe, el sistema se adapta a la topografía existente y mediante niveles, genera un itinerario en
el que va aumentando la privacidad. El nivel superior está ligado a la ciudad y excluido del uso funerario; mientras en las terrazas
inferiores, el alejamiento del tráfico, la presencia del cauce y la relación con la naturaleza aumentan. El suelo mantiene la
diversidad existente, acompañada por una red de caminos. El abancalamiento (empleado en los terrenos de cultivo) favorece la
infiltración de agua, controla la erosión y pérdida de suelo y permite la aparición y el mantenimiento de vegetación.
Este trabajo con el suelo servirá de apoyo para las estructuras funerarias. Estas son variaciones de una sección base que dan
lugar a: tipologías de enterramiento, estancias, zonas de paso, conexiones de niveles, miradores y caminos. Todas mantendrán las
mismas dimensiones, configurándose como un sistema de piezas intercambiables; así (siguiendo la previsión general de
crecimiento de Sur a Norte) el tipo de enterramientos podrá variar, reflejando en las sucesivas fases los cambios que sigan las
costumbres funerarias. El elemento muro proporciona estructura, divide el espacio y mejora el control climático.
El edificio, localizado en el Suroeste de la parcela, ocupa un área despoblada de árboles. Se trata de dos volúmenes que
subrayan el paisaje. El primero, de carácter funcional y unido a la ciudad; paralelo a la avenida Octavio Paz, alberga los usos
correspondientes al tanatorio. El segundo, con un uso fuertemente simbólico (espacio dedicado al culto y crematorio), mantiene la
cota de cubierta, se gira y desciende 3 metros. Responde así a la vegetación y la topografía que lo rodean. La ordenación y
optimización de los diversos recorridos que requiere esta tipología dividen el edificio en una franja de servicios (de acceso desde
la calle) y una franja pública (con acceso desde el parque). Así, se contribuye a un sistema estructural y una distribución de las
instalaciones eficientes. Ambas partes se hayan conectadas e hilvanadas por una galería exterior cuyo ritmo lo dan los patios de
acceso a las salas, el descenso de acceso a la capilla y nuevamente el descenso de salida hacia lo enterramientos.
La propuesta da respuesta a las necesidades actuales de la población, ofreciendo un cementerio cercano y vinculado a la ciudad.
Se pone énfasis en los espacios de transición, en el tiempo, tratando de dotar a los usos de una función ceremonial, manteniendo
una distancia específica entre ellos que permita la pausa y la reflexión.