La presentación es en relación con la emergencia de doctorados que si bien deben responder por los más altos estándares internacionales de la ciencia, en sociedades como la colombiana, en la cual la guerra tiene como correlato expresiones de violencia escolar, un doctor en educación debe formarse antes que para producir papers para sumar a los indicadores institucionales y personales, un saber pedagógico del más alto nivel que reconozca a los sujetos niños en estado de vulnerabilidad para acogerlos y cuidarlos. Es decir, doctores que posean, en primer lugar, tacto pedagógico para transformar los contextos de desempeño; en segundo lugar, por supuesto, una mentalidad científica-productiva, pero condicionada por esa primera y necesaria posesión de identidad pedagógica. Sin ella, los doctores en educación en vez de ser una solución de calidad educativa, se convertirán en un problema potencial pues habitarán un espacio que siempre les será ajeno.