El planteamiento general del manejo de las situaciones de emergencia médica, catástrofes naturales o
no, y situaciones de crisis en las que es preciso un acercamiento multiprofesional, pasa por la idea central y general de que siempre manejamos personas. Personas tanto por parte de las víctimas y sus
familiares como por parte de los profesionales de los distintos hábitos de actuación. Y es por ello que es preciso tener siempre en mente el componente emocional de todas las personas que intervienen en la emergencia, sea del tipo o categoría que sea. Es decir, no basta por parte de los diferentes técnicos
ser peritos hábiles en su ejercicio de salvamento, sino que deben conocerse a sí mismos como personas y en todo lo que ello significa: conducta y afecto (emociones). “No es de recibo que un profesional en el escenario de la crisis pierda el control de sus emociones”, y para ello debe entrenarse en el control afectivo, así como aceptar la caducidad de la vida en toda su crudeza. Y en el otro lado, es preciso contar siempre con el componente emocional de las víctimas “vivas” para encajar su evacuación, tratamiento y consideraciones posteriores en su beneficio. La emoción, la afectividad y los sentimientos siempre deben considerarse una pieza clave tanto en los profesionales de actuación como en las víctimas de la catástrofe, y su manejo prudente y humano debe entrenarse de igual forma que los elementos más técnicos y objetivos del procedimiento.