Que la Pobreza limite seriamente la posibilidad de sentirse ciudadano o de desarrollar conciencia de tal es casi una obviedad, que la situación política y económica actual esté generando mayor desigualdad , creando nuevas formas de pobreza y cronificando esta con pronósticos gravísimos, es sólo el reconocimiento de una realidad avalada por multitud de datos socio-económicos, que la Pedagogía deba hacerse cargo de los efectos nocivos sobre la Educación (en particular de la Infancia) y el necesario esfuerzo para prevenir y corregirlo es algo más que un desideratum. Primero debemos integrar ciertos conceptos centrales sobre la calidad de vida en el concepto de Ciudadanía y en la preceptiva Educación Moral para la Ciudadanía de forma inseparable a los valores (reconocimiento, solidaridad, comunitarismo, …) y el imaginario social y político. Tan importante como esta asunción serán las buenas prácticas exigibles a la educación formal y social. El inexcusable trabajo en redes locales que generan sinergías entre instituciones y organizaciones comunitarias, es un buen ejemplo de ello; la práctica del aprendizaje-servicio otro y el reconocimiento profundo de las bondades (incluso económicas y estratégicas) de la valores como la confianza y la cooperación, imprescindibles para cualquier cambio de rumbo positivo.