En este proyecto investigo la relación existente entre la muerte del individuo y la desaparición del mismo, tanto a nivel material como a nivel del recuerdo, mediante el proceso de descomposición de la carne.
Para ello, establezco un lenguaje plástico que actúa como dos personajes en la puesta en escena: la plaga, que deja insinuar partes relacionadas con la carne y por otro lado, se encarga de romper y desenlazar las conexiones con la memoria y desintegra el cuerpo.
El proyecto surge a raíz de unas narrativas sin llegar a lo siniestro, que giran en torno a una serie de cuestiones que podríamos encuadrar bajo la denominación de condición humana y expresar esa desazón. Entiendo la muerte y el olvido como una experiencia traumática, para que sucedan, es necesario que el tiempo actúe sobre el cuerpo, aunque dicho tiempo no es el mismo para todos y es aleatorio, lo cual intensifica la incertidumbre y el dolor. Por tanto, concibo el cuerpo como algo pasajero y que no permanece, ni siquiera en su visión más inmaterial, como lo es el recuerdo.
Estos dibujos pretenden provocar un estado de reflexión y estremecimiento en el espectador. Evocando la fragilidad del individuo a la hora de permanecer en el mundo, ya sea de forma física o a través de la memoria.
El espectador recuerda que la vida es algo efímero y que la muerte puede llegar en cualquier momento.