Este trabajo se concentra en el análisis de la dimensión política del crimen en tanto que contraestrategia de enfrentamiento hacia la superación de un sufrimiento ético-político y pérdida de potencia de acción generados por la estructura social y cultural en el marco de la posmodernidad capitalista, que es potencialmente productora de anomia y fatalismo a la vez que paradójica y estratégicamente reduce bienestar social, satisfacción vital, sentido de comunidad, participación social, empoderamiento y autoeficacia y amplifica eventos vitales estresantes, dentro de un esquema inédito de servidumbres autoimpuestas y proliferación acelerada de expulsiones. Consiste en un estudio empírico que compara tres distintos grupos de sujetos: presos, personas en situación de riesgo social y personas no incluidas en ninguna de las dos categorías. Los objetivos del trabajo son: 1) poner el énfasis en la dimensión política del crimen, que suele ser desconsiderada en los análisis hegemónicos; 2) evidenciar la gravedad de los problemas que acarrea la posmodernidad en términos de la dialéctica exclusión/inclusión social, de los cuales el crimen más que un producto sería también una especie de denunciante simbólico involuntario; 3) traer la afectividad para el debate sobre el crimen, de modo a pensarlo a nivel de sufrimiento ético-político y pérdida de potencia de acción.