La conciencia neológica de José Ortega y Gasset y su advertencia por parte de la crítica especializada me ha llevado a aproximarme a este aspecto de la creación del filósofo español y a emprender la tarea de detectar, clasificar y analizar sus acuñaciones léxicas. El proyecto está ahora en su ecuador, pues se han vaciado los neologismos de los cuatro primeros tomos de sus Obras completas (2004-10). Es decir: he barrido la producción orteguiana desde sus comienzos (1902) hasta el año 1931 y se han defendido sendos trabajos de fin de máster correspondientes a los neologismos de 1939 y 1940. En definitiva, treinta y un años de los cincuenta y tres que comprenden toda su obra ya han sido analizados, de manera que puede decirse que el proyecto ha alcanzado una fase en la cual se pueden adelantar resultados, a mi juicio, relevantes. Por lo pronto, he de decir que, hasta la fecha, el corpus neológico orteguiano obtenido es de 221 unidades léxicas. Pero esto no es todo. El proyecto está sirviendo, además, para obtener una serie de beneficios colaterales: por ejemplo, la función orteguiana como reactivador de unidades léxicas, más que su creador (por lo que se van a descartar algunas creaciones que los especialistas dan como suyas pero que no pueden considerarse como tales); o la constatación de la autoría orteguiana de textos sin su firma, de erratas graves o de lecturas inciertas o dudosas, gracias a determinadas ocurrencias léxicas; o la adscripción orteguiana a determinadas corrientes de innovación léxica, que se remontan hasta el siglo XIV (por lo que el trabajo está sirviendo también para la constatación de determinados neologismos en autores que van del Prerrenacimiento hasta la Generación del 98). Como conclusión sucinta, puede confirmarse con mi trabajo el deseo, por parte de Ortega y Gasset, de confeccionar un vocabulario personal conforme a los mecanismos propios que le brindan las lenguas: intra-, pero también interlingüísticos.