Las evidencias de presencia humana más antigua en Europa proceden de los yacimientos de Barranco León y Fuente Nueva-3 (Orce,Granada), datados alrededor de 1,4 Ma. Los análisis de las superficies óseas de los fósiles evidencian la presencia de modificaciones de origen antrópico (marcas de corte y de percusión), localizadas fundamentalmente en elementos del esqueleto apendicular de animales de talla grande. Las marcas de corte son la modificación más frecuente. Corresponden en su mayor parte a incisiones que se localizan preferentemente en la diáfisis de los huesos largos, aunque también se han identificado aserrados, raspados y tajos. Otro tipo de evidencia de actividad antrópica es la fracturación por percusión. La fractura intencional de estos los huesos por parte de los homininos se manifiesta por la presencia de marcas producidas por percusión, tales como puntos de impacto, lascas y conos de percusión, así como elementos con muescas o con negativos de extracciones corticales. Los datos procedentes de BL y FN3 permiten inferir una dieta basada en la explotación de cadáveres de mamíferos de talla grande y media-grande. La posición anatómica y la tipología de las marcas de corte, han permitido relacionarlas con diferentes procesos tales como despellejamiento, descarnación, desarticulación, evisceración y la eliminación del periostio. A este recurso habría que añadir el probable consumo de animales de pequeño tamaño, como lepóridos, roedores, anfibios, reptiles, aves (incluyendo sus huevos) y moluscos. Adicionalmente, la presencia de una abundante vegetación que podría suministrar frutas, frutos secos o raíces que complementarían su dieta.