Una de las características fundamentales de la constitución de los Estados Unidos es la separación de poderes, el principio de que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial deben ser distintos y dotados de los oportunos instrumentos de control y equilibrio para evitar cualquier abuso de poder por parte de las restantes ramas del gobierno. Uno de los principales defensores de la inclusión de este principio en el ordenamiento constitucional de los EE.UU., James Madison, definió este sistema de controles y equilibrios (checks and balances) en el número 51 del Federalista titulado: “La estructura de Gobierno debe proporcionar los controles y equilibrios adecuados entre los diferentes departamentos”.
Entre los especialistas en Historia Moderna, se reconoce a Montesquieu como la fuente de inspiración directa de este sistema y sobre todo El espíritu de las leyes publicada en 1748. Pero, a pesar de las elogiosas referencias de las que es objeto Montesquieu en la convención de Filadelfia, en mi opinión, resulta discutible aceptar que fuera la fuente directa y exclusiva y que su influencia hubiera sido cualitativamente decisiva. En mi opinión, tanto los registros de la convención constituyente como el Federalista demuestran la inclinación de los fundadores por presentar como aval de sus propuestas las fuentes clásicas y, entre ellas, sin duda alguna, hay que destacar a Polibio, cuya fórmula del gobierno mixto aparece ahora idealizada como el arquetipo más apropiado para las necesidades del nuevo Estado.