En el campo de estudios fenicios, se ha incrementado recientemente el debate sobre hasta qué punto los fenicios constituyen una categoría histórica válida o son una construcción de griegos, romanos, o incluso de arqueólogos del siglo veinte. En comparación con los griegos, con quienes compartieron rutas comerciales y redes culturales, los fenicios son casi fantasmagóricos por la falta de fuentes propias acerca de su identidad colectiva. En el Mediterráneo más occidental, sin embargo, donde la presencia griega no es tan fuerte, los fenicios han ganado un puesto de honor en la arqueología e historiografía como agentes culturales y de cambio, hasta el punto de que ensombrecen la agencia e identidad de otros pueblos aún menos representados en las fuentes escritas. Comparados con los fenicios, los pueblos "locales" como tartesios, sardos, grupos del Norte de África, u otros, no tienen voz en la historia preservada. El miedo entre clasicistas a "reificar" a los fenicios como entidad cultural o incluso étnica se aplica con el mismo escepticismo a Tartessos. Es necesario debatir críticamente los criterios que se aplican para la identificación o validación de distintos grupos y categorías del Mediterráneo antiguo; especialmente debemos admitir y enfrentar el peso de las cultura clásicas y su estudio en nuestra percepción e interpretación del pasado, para poder corregir ciertas inconsistencias y desequilibrios en cómo se les trata, de manera que estos grupos recuperen un lugar y una voz en nuestro discurso historiográfico, aún muy dominado por una visión teleológica y helenocéntrica del Mediterráneo antiguo.