Desde mediados de los años sesenta, ciertos animales empezaron a ser introducidos de
manera sistemática en las galerías de arte contemporáneo como si fueran otros tantos objetos de
arte. Con el tiempo, algunas mujeres artistas comenzarían a desarrollar otro tipo de actitudes hacia
estos seres vivos, más atentas a sus subjetividades y agencias, más inclinadas a subrayar semejanzas
que a erigir diferencias.