La tarea de escribir sobre la producción artística propia es un reto académico que, por la falta de experiencia,
me produce cierto vértigo. Durante la actividad artística que vengo realizando desde hace
aproximadamente nueve años he tratado de esquivar, en la medida de lo posible, este ejercicio de
traducción a la escritura, o de justificación de las estrategias audiovisuales. Al no tener un especial
talento para la palabra, intuyo en ella una especie de ancla o de acotamiento del proyecto plástico;
un lugar resbaladizo en el que temo la pérdida de intensidad que pueda sufrir mi aportación visual.
La imagen es para mí un refugio polisémico en el que me siento cómoda. El propio carácter ambiguo
de lo visual, su potencia alegórica y su naturaleza imprecisa me permiten trabajar desde la duda,
expresarme con cautela, o, como en este caso, manejar un secreto. Y en este sentido considero
oportuno hacer un breve recorrido por mi trabajo previo, por alumbrar un poco el camino que me ha
llevado hasta la práctica actual que aquí comparto.