Se podrían elegir muchas estrategias metodológicas o tareas escolares para
representar a la didáctica tradicional. Un alumno universitario, hastiado de sesiones
carentes de interés, me dio la definición que argumenta la elección realizada para
titular este artículo: “La metodología que sufro podría definirse como ese proceso por
el cual la información que está en los papeles del profesor pasa a los papeles del
alumno sin pasar por la cabeza de ninguno de los dos”. Se refería al dictado de
apuntes, pero en esta descripción también caben las clases magistrales, las tareas
repetitivas, los exámenes que solo exigen demostrar la capacidad de memorización…
“Si enseñamos a los estudiantes de hoy como enseñábamos ayer, les estamos
robando el mañana”. John Dewey.
Esta pedagogía basada en la reproducción del conocimiento tuvo su razón de ser en
el siglo XIX. La revolución industrial impuso la necesidad de formar operarios
disciplinados, capaces de realizar tareas repetitivas sin cuestionarse demasiado el
modelo socio-económico vigente. Por suerte, ese mundo ya no existe. Vivimos en una
sociedad que cambia tan rápido que el 60 % de los escolares trabajarán en empleos
que aún no se han inventado. ¿Para qué aprender las habilidades propias de las
cadenas de producción del XIX? La creatividad, el trabajo en equipo, la
comunicación… parecen competencias más acordes con ese mañana al que se refiere
Dewey.