En Oriente Medio y en otras partes del mundo, como Latinoamerica o África, la gente ya no tiene que perder. Son víctimas de la opresión, de abusos, de la ocupación territorial y de la explotación económica. Están empapados por esa lluvia lanzada por el neocolonialismo que practican las potencias mundiales en regiones situadas en puntos geoestratégicos y ricas en materias primas.
Hay una crisis de identidad en el periodismo. No hay microespacios, no digo ya para profundizar o contextualizar, para grandes tragedias, ni si quiera una simple línea de titular. Antes, diez muertos en Palestina eran noticia; ahora se necesitan 150 para que un medio occidental esté dispuesto a otorgarle espacio. Es una de las épocas en las que más desinformados estamos. Estamos bombardeados por la información. Pensamos, y quieren hacernos creer, que estamos bien informados, cuando, en realidad, nos asaltan con la misma información una y otra vez. Los grandes medios cada vez se nutren más de las grandes agencias de noticias. Un medio en Japón recibe la misma información que otro español o canadiense. Y las mismas imágenes, lo que ofrecen las dos grandes agencias de noticias. Y los medios, para ahorrar dinero, renuncian a enviar a sus propios corresponsales donde ocurre la noticia. Y así es cómo obtenemos una mirada uniforme. Es orwelliano. Vemos las cosas a través de dos o tres grandes ojos.