La globalización es un fenómeno que, a pesar de la resistencia de algunos estados, no deja
indiferente a nadie. Prueba de ello es el impacto que la guerra de Siria o los atentados del
11-S han tenido y siguen teniendo sobre la Unión Europea.
En este contexto de movimientos migratorios a niveles históricos y de percepción de
inseguridad asociada al auge del terrorismo transnacional, está resurgiendo un movimiento
populista asociado al nacionalismo radical que, por un lado, denuncia la pérdida de soberanía
nacional en beneficio de organismos supraestatales y por otro, manifiesta defender una
identidad que peligra debido a la presencia de etnias o culturas foráneas y que además
proyecta, a través del discurso del odio, la figura de un nuevo enemigo al que hacer frente: el
extranjero invasor. Esta situación no solamente vulnera derechos fundamentales, sino que
además erosiona los principios básicos de la UE.