La distancia entre Madrid y Andalucía a finales del siglo XVIII es más que considerable en términos geográficos. Sin embargo, las dificultades consiguen vencerse gracias al ‘tráfico’ de información que, desde 1752, se canaliza a través de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y las filiales que la emulan, sin olvidar la influencia ejercida por el trabajo de personalidades ligadas a éstas, capaces de dejar huella más allá de cualquier frontera espacial. Una cuestión que es aplicable a diferentes disciplinas, entre las que destaca la arquitectura.
Resulta interesante conocer cómo, desde áreas periféricas a la centralidad madrileña, se consiguen desarrollar propuestas que enlazan los contenidos ilustrados con las formas neoclásicas, en una continuada sinergia de acción-reacción. La evolución que protagonizan distintos arquitectos para adecuar sus diseños al marco estético dictado desde la capital, les lleva a protagonizar un proceso de ‘reciclaje’. Éste parte del poso de la tradición barroca más recargada y culmina en propuestas donde el interés por la naturaleza conceptual, la linealidad de las formas y la esencialidad volúmetrica derivadas del estudio de los elementos constitutivos de la Antigüedad clásica, serán claves pioneras para un territorio –el andaluz– absolutamente anclado a las costumbres vernáculas.
El objetivo de esta propuesta es seguir el rastro de dos de los artífices cuya producción marca el inicio de una nueva época: José Martín de Aldehuela (1729-1802) y Torcuato Benjumea (1757-1836); y, además, hacerlo desde una perspectiva transversal centrada en el análisis de las propuestas que cada uno argumenta, en las provincias de Málaga y Cádiz, para la construcción de tabernáculos. Estos elementos, convertidos desde antiguo en hitos espaciales centralizadores y conceptualizadores de un trasunto cristológico-sacramental, suponen un interesante ejercicio constructivo basado en el estudio erudito de fuentes de diversa genealogía.