Estudios recientes consideran que entre el 33 y el 37% de las personas con TDAH presentan síntomas del Trastorno del Espectro Autista (Berenguer-Forner, Miranda-Casas, Pastor-Cerezuela y Roselló-Miranda, 2015; DuPaul, Gormley y Laracy, 2013). Previamente a que el DSM-5 fuese publicado, los estudios científicos ya contemplaban y profundizaban sobre la posible comorbilidad entre ambos trastornos (Artigas y Narbona, 2011; Mannion, Leader y Healy, 2013; Russell et al., 2014). Pero no fue hasta 2013 cuando, al publicarse el nuevo manual DSM-5 (APA, 2013), se aceptó dicha comorbilidad (De la Iglesia y Olivar, 2012; Rico y Tárraga, 2016) y aumentó el interés por este doble diagnóstico entre la comunidad científica. La comorbilidad TDAH-TEA, dificulta sobremanera la valoración neurológica, neuropsicológica y psicopedagógica, el posterior diagnóstico prescriptivo y la evolución del paciente. Por ello, consideramos de especial relevancia poder contar con protocolos de intervención multidisciplinares y multidimensionales que integren instrumentos de evaluación —cuantitativos y cualitativos— cognitivos, conductuales, de aprendizaje, socioemocionales y contextuales, como el que se presenta a través del estudio del caso de un niño de 8 años al que llamaremos «A». Acude a consulta debido a la presencia de síntomas de inatención, impulsividad y exceso de actividad motora, compatibles con un TDAH-Combinado. Tras la aplicación del protocolo diseñado en el Centro Neuropsipe (Málaga capital), se concluye que, además, muestra síntomas compatibles con Trastorno del Espectro Autista. Las medidas terapéuticas que se tomen a partir de este momento deberán tener en cuenta tanto la comorbilidad manifiesta, como los síntomas que mayor deterioro estén causando en el niño y en su entorno.