Espacios de aprendizaje bellos y diferentes. Allí donde los niños y niñas exploran con la mirada y con todos sus sentidos las luces y sombras, el olor a tierra mojada, y la suavidad y dureza de las telas o las piedras. Todo niño tiene derecho a vivir estas emociones que le definen como lo que es: un ser humano capaz de valorar la belleza de su entorno.
A pesar de ello, la organización estética del espacio educativo es aún considerada como un tema banal. Las aulas aparecen como espacios intensamente saturados de recursos y colores estridentes, con una estética anacrónica y estereotipada.
Esta comunicación pretende abrir un lugar de reflexión para la consideración de este factor educativo escasamente analizado. Se trata, como bien dice Malaguzzi, de considerar “la estética como provocación pedagógica, la estética que hace visibles las capacidades de las niñas y los niños, la estética como un derecho”.