Este curso hemos vivido una experiencia inesperada que ha supuesto un parón casi total de la actividad cotidiana. La crisis sanitaria ha sido un reflejo o una señal de algunas disfunciones que hemos naturalizado en nuestras sociedades occidentales. A raíz de esta experiencia, el texto trata de mostrar algunos sentimientos y pensamientos nacidos ante este acontecimiento como una ocasión para repensarnos desde lo singular y lo común hacia una vida más sostenible, y considera la educación como un lugar clave para el desarrollo del cuidado y la relación. Muestra el desconcierto y los riesgos que el olvido de lo que hemos vivido puede suponer, llevándonos de nuevo a descuidar dimensiones esenciales de la vida en común. Y en este sentido, es una invitación para tomarnos en serio la importancia de la educación y la formación como bienes imprescindibles para esa vida comunitaria.