La crisis sanitaria, social y previsiblemente económica provocada por la
pandemia causada por el virus COVID-19 no ha pasado de largo en el
ámbito de la docencia universitaria. Esto ha colocado a la comunidad docente en
una situación comprometida en tanto que ha tenido que transformar
radicalmente los métodos de enseñanza habituales; o, al menos, así
debería haber sucedido. Sin embargo, la imagen que nos devuelve el
espejo al comprobar cómo se ha producido esta digitalización forzosa nos
desvela un inquietante problema: se ha llevado a cabo una mera
traslación de la docencia del aula a la red, pero eso ni es una solución
ni un modelo que seguir en el futuro pospandémico.
La crisis del COVID-19 debe ser vista como una oportunidad para
afrontar, de una vez por todas, la ansiada digitalización de la
universidad española. Ello implica el establecimiento de medidas activas
de apoyo a la digitalización e incentivos económicos —inexistentes
actualmente en la mayoría de las universidades— de modo que no sólo se
fomente, sino que se premie la docencia telemática. Así, el aula no
puede ser un espacio de transmisión de información accesible al alumnado
por cualquier otro medio. Debemos afrontar un cambio de paradigma
docente que revierta en una mejora de la calidad de la enseñanza, pues
la digitalización no implicará la desaparición de la docencia
presencial, sino que ésta se destine a la profundización de materias y
contenidos a los que, debido a las limitaciones temporales que imponen
los cuatrimestres, no es posible llegar. Para ello será imprescindible
la decisión firme de las universidades de apostar por este cambio de
paradigma a través de la puesta a disposición de herramientas y soportes
rápidos, eficientes y verdaderamente útiles que hagan posible la
transformación y no la conviertan en una nueva carrera de obstáculos.