El proyecto instalativo se centra en desmantelar la cruda realidad e íntima del abuso sexual dentro de un edulcorado entorno familiar, incluyendo una pequeña metáfora a la identidad de la figura femenina sometida a su desigualdad social.
También invita hacia la autocrítica sobre la percepción social de nuestro entorno, y que a su vez está directamente conectado hacia un diálogo de empoderamiento de las mujeres y autocrítica sobre el comportamiento interpersonal.
La obra consta de dos referentes muy marcados, lo siniestro y crudo junto al edulcorado hogar, estos elementos giran en torno al ser humano, haciendo uso de medios más naturales hasta el uso de las nuevas tecnologías.
La investigación se centra en cómo afecta el entorno social al desarrollo de la identidad. Un proceso paulatino que conlleva la deconstrucción del ser, y que, en este caso, se trata del abuso de control sobre uno.
Se representa una visión social que vincula los objetos domésticos a los roles de género, cuestionar los límites estéticos y morales en la percepción del espectador, y guiar hacia un recorrido de experiencias reveladoras en relación con la violencia de género