Se entiende por fractura de cadera a la localizada en el extremo proximal del fémur que puede producirse a cualquier edad, aunque casi en el 90% de los casos ocurre en personas mayores de 64 años, siendo el 78% mujeres. Su incidencia aumenta exponencialmente y supone un importante problema de salud pública, no solo por la altísima prevalencia y la morbimortalidad que generan sino también por los costes directos e indirectos que ocasionan.
Entre los factores de riesgo para sufrir una fractura de cadera destacan la edad y el sexo, la baja densidad mineral ósea, un significativo deterioro cognitivo, el consumo de ciertos medicamentos (corticoesteroides, anticonvulsivantes, benzodiacepinas), el estilo de vida sedentario y determinadas enfermedades como la diabetes o la artritis reumatoide. Se cita habitualmente como causa necesaria a la osteoporosis.
Las actuales estrategias de prevención de fracturas se fundamentan en el cribado de la osteoporosis mediante densitometría ósea y el tratamiento de la baja densidad ósea mediante fármacos antiresortivos y otros de más reciente aparición, sin que ello haya disminuido la incidencia de fractura de cadera. Numerosos estudios demuestran que el principal factor de riesgo de fractura en las personas ancianas son las caídas y no la osteoporosis. Por ello, la prevención de las caídas es un abordaje lógico para evitar la fractura de cadera. Actuaciones como el ejercicio y el entrenamiento de la marcha seguidos por la reducción en el número y dosificación de fármacos psicotropos, refuerzo dietético con vitamina D y calcio y la evaluación y modificación de obstáculos domésticos en poblaciones de alto riesgo, así como otras medidas específicas como la cirugía preferente de cataratas y el marcapasos cardíaco cuando esté indicado, disminuyen las fracturas de cadera.