Cuando trabajamos con nuestro alumnado en la Facultad de Educación en el ámbito de la educación artística, somos conscientes de las inercias que acarrean de su paso por un sistema educativo esencialmente reproductor (Vaquero y Gómez, 2018) y del punto de partida de resistencia en el que se sitúan respecto al Arte. A lo largo de los últimos años, nuestra presencia en el aula desde el “estar” y “ser” -con los grupos- ha ido reforzándose para observar y reflexionar en torno a la importancia de la experimentación artístico-creativa como proceso de indagación introspectiva para el autoconocimiento y autodefinición del alumnado y del nuestro propio que nos empuja a generar un tiempo de sosiego y análisis capaz de minimizar el impacto que el tiempo mediático y veloz nos impone para analizar nuestro contexto social y caminar hacia un aula común (Garcés, 2013).
La propuesta que presentamos se posiciona en la periferia de lo aprendido, en los límites del currículum y en la deriva de la vivencia real y, desde el hallazgo que supone el trabajo cooperativo entre profesoras e investigadoras, opta por generar experiencias reflexivas introspectivas -y prospectivas- de índole colectivo que evidencien la oportunidad que ofrece el encuentro en la intersección del arte y la educación. Un lugar recóndito, íntimo y revelador que, desde una propuesta basada en el compromiso, es capaz de asumir la reivindicación pública del ser, del estar y del actuar (Torres de Eça, 2016). Para ello, este trabajo opta por la metodología de investigación (educativa) artístico-narrativa, como alternativa natural a los procesos artísticos experimentados (Hernández, 2008) y que evidencian un cambio de posicionamiento educativo, artístico y personal para contribuir a la transformación radical social que demandamos desde el espacio del aula donde se dan posibilidades reales de crecimiento.