La famosa frase de Joaquín Torres-García nuestro norte es el sur es el punto de partida
para repensar las lógicas sureñas. En Orientalismo, uno de los textos fundacionales de la
teoría poscolonial, Edward Said define el modo en el que Oriente y el orientalismo es
construido desde principios del siglo XIX por Francia y Gran Bretaña, las dos grandes
potencias coloniales del momento. Este proyecto será continuado tras la Segunda guerra
mundial y hasta nuestros días por EE.UU. Sin embargo, sorprende que Said apenas tenga
en cuenta el caso español como objeto de estudio, refiriéndose a dicho caso en contadas
ocasiones. Este hecho no se debe a un despiste de Said sino a la peculiar posición que
España tiene como nación orientalizada y orientalizadora al mismo tiempo. Como ha
señalado Susan Martin, este posicionamiento en ambos lados del orientalismo lleva a un
profundo sentido de desorientación. Si bien la relación del sur de España con el resto de la
nación no puede definirse en términos coloniales, sí están íntimamente relacionados el
proceso de expansión colonial en el norte de África, y la articulación del proceso de
construcción nacional que se produce a finales del siglo XIX entre el nacionalismo central
y los nacionalismos periféricos. Junto a este asunto, debemos tener en cuenta que en los
últimos años estamos asistiendo a un proceso de revisión del orientalismo desde la
perspectiva del homoerotismo, lo que algunos autores como Joseph Boone han definido
como la homoerótica del orientalismo, un concepto que, en lugar de enfatizar, desdibuja
las diferencias culturales y las claras demarcaciones utilizadas para producir el Este o el Oeste. Como veremos en los ejemplos seleccionados, el subtexto homoerótico del
orientalismo incluye la fascinación y el deseo, así como su homofobia.