A partir de la década de 1990, se volvió popular en la investigación académica, particularmente anglosajona, considerar a los eunucos como un tercer género en la estructura social bizantina. Este acercamiento se producía motivado por la tendencia predominante a un constructivismo social radical en los estudios de género, que defendía la existencia de esquemas no dualistas en otras sociedades no occidentales. Se identificaron así terceros géneros como los/las hijras de la India, los/las berdache de América del Norte o los eunucos de Bizancio. Esta interpretación, que se vio reforzada por la estructura del unisexo en la Antigüedad planteada por Laqueur, venía motivada por una serie de textos que consideraban que los eunucos no eran «ni hombres ni mujeres». En esta comunicación pretendemos poner en duda esa visión que, aunque hoy algo más enfriada, todavía está muy vigente en los estudios sobre Bizancio. A nuestro parecer, el problema nace de una lectura literal de las fuentes, que ignora el choque de dos tradiciones distintas en el Imperio proto-bizantino: por un lado, una favorable al eunuquismo, tanto por su utilidad práctica en la corte (como influencia oriental) como por su popularización entre los ascetas cristianos, y, por otro lado, una reacción clásica contraria, que proviene de la construcción de la masculinidad en el mundo grecorromano. En esta comunicación, pretendemos re-analizar brevemente algunas de las fuentes que sostienen que los eunucos «no son ni hombre ni mujer», no como un testimonio de tercer género, sino como un discurso de la masculinidad que pretende situar a los eunucos fuera del dualismo de género y, por tanto, condenarlos a la exclusión social.