Si las historias que nos contamos a nosotros mismos bien podrían no ser siempre (toda) la verdad, tiene razón Coetzee al afirmar que son lo único que tenemos. Lo mismo sucede con nuestros sueños. En enero de 2011 nos dejaba José J. Barba. Maestro, compañero, investigador y, por encima de todo, padre, hijo, marido, hermano, amigo. Este escrito, en forma de historia personal e íntima, toma como referentes el paso del tiempo y su fugacidad, la incertidumbre y la precariedad, así como algunos de los momentos vividos junto a José, en un intento por recordar lo verdaderamente importante de la vida: la familia, el amor, la amistad, la lentitud, el silencio. Pretende también servir para imaginar un porvenir mejor, siempre y cuando seamos capaces de vencer el miedo y el vértigo que aparecen cuando de cambiar lo inaceptable del presente se trata.