Este artículo plantea una investigación artística que atiende a los procesos de turistificación de que son objeto muchas ciudades, naturalizados como destino postcapitalista inalterable y que, aquí, propongo repensar mediante una serie de pinturas y esculturas. Así, éstas parten de la asimilación del consumo de recuerdos de viaje durante el primer fenómeno turístico (ss. XVIII y XIX), aquel Grand Tour que llevaba a potentados e intelectuales del norte de Europa hacia “exóticos” lugares del Sur y de Oriente. En el caso particular de Málaga, esos souvenirs se concretaban en los llamados “barros malagueños” (Malaga clay figures), pequeñas piezas de barro cocido y pintado que tuvieron entonces gran desarrollo comercial en la ciudad, y representaban los tópicos culturales que la mirada orientalista de aquellos viajeros proyectaba sobre la Europa mediterránea. El desplazamiento que articulo toma aquella imaginería de bandoleros, manolas, bailaores, etc. para asociarla a la actual turistificación sistemática que sufren localidades históricas de todo el mundo, destacando el proceso malagueño por la virulencia con la que este fenómeno de conversión en ciudades-marca como atractores de turismo masivo está modificando su estructura social, urbana, económica y política. Por tanto, estas obras articulan una relectura irónica de aquellos “barros malagueños” para, conservando intactas sus poses figurativas de marcado carácter goyesco, realizar una serie paralela de esculturas y pinturas que convierten los originarios tipos costumbristas en los actuales turistas “de fiesta y borrachera”, como culminación en clave perversa de aquella mirada romántica hoy devenida en devastadora ceguera consumista. El antiguo souvenir, pues, presta aquí su originaria iconología festiva y tópica a la reversión actualizada de su sentido: de recuerdo del viajero ilustrado pasa a ser arma representacional del indígena actual ante los desmanes de la actual turistificación.