Los contenidos socioculturales y los modelos de racionalidad, productores de subjetividad, presentes en nuestras sociedades globalizadas, de tendencia neoliberal y con lógicas de funcionamiento capitalista, ponen en valor el individualismo y la insolidaridad en las relaciones humanas, restando importancia a la redistribución de bienes y las relaciones basadas en la equidad. Estos planteamientos normalizados por los fundamentos neoliberales y por un cierto relativismo moral, favorecen la creación de relaciones injustas y la aparición de desigualdades legitimadas con impunidad. En los escenarios de tendencia neoliberal, la participación queda inhibida por procesos de despolitización que nos conducen a “un todo vale”, se desprestigian las ideologías y se presenta como obsoleta cualquier reflexión ética que implique la preocupación por el otro y el reconocimiento de la diversidad, en beneficio de una suerte de darwinismo social basado en el esfuerzo, y con la consecuente invisibilización de los elementos estructurales que median las posibilidades de acceso al bienestar y de garantía de los derechos fundamentales. El papel de la educación social debe ser fundamental para evitar que estas estructuras sociales, en el marco de la racionalidad mercantilista, sigan produciendo importantes dinámicas de exclusión, originando lógicas de privación al acceso a la cobertura de necesidades básicas y reconocimiento de derechos fundamentales. Llevadas estas reflexiones al campo de la Pedagogía Social, entendemos como un reto el conectar, a través de procesos educativos, las estructuras sociales y la ciudadanía; todo ello teniendo en cuenta el bienestar de las personas, las formas de vida social o los códigos culturales.