En España existe una preocupación creciente por el uso y abuso de analgésicos opioides como tratamiento de elección para el dolor crónico no oncológico (Santana et al., 2016; Secades et al., 2003). En 2022, el Ministerio de Sanidad de España publicó un informe sobre el uso de medicamentos en el que los resultados mostraron un aumento en el consumo de opioides en nuestro país de 10.02 dosis diarias por cada 1000 habitantes en 2010 a 20.88 dosis diarias por cada 1000 habitantes en 2021 (Ministerio de Sanidad, 2022). Este aumento en el uso de opioides se ha convertido en un fenómeno global.
Por lo tanto, es crucial identificar a las personas en riesgo de desarrollar trastornos por consumo de opioides (Hassan et al., 2017). Antes de comenzar la terapia con opioides, los/as
médicos/as deberían identificar cualquier posible factor de riesgo del abuso de opioides (Hamill-Ruth et al., 2013). En este sentido, son varios los factores relacionados con el abuso de sustancias adictivas. Entre ellos, los problemas de salud mental se han considerado factores de riesgo que pueden desembocar en el abuso de sustancias a largo plazo (Sullivan et al., 2006). Específicamente, se ha encontrado una asociación entre el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y el abuso de sustancias en pacientes que sufren dolor crónico (López- Martínez et al., 2018; Montaño et al., 2017).
Actualmente, hay cierto acuerdo respecto a la necesidad de evaluar el riesgo de abuso en pacientes con dolor crónico no oncológico antes de iniciar el tratamiento (Chou et al., 2009), así como el abuso que de hecho hacen los individuos que están en tratamiento con opioides a largo plazo. Para ello, se han desarrollado varios instrumentos de medida.