Las tecnologías digitales no son sólo herramientas para relacionarnos e interpretar el mundo, sino que suponen dimensiones que crean y condicionan nuestra realidad. Perder esto de vista en nuestro mundo digital e hiperconectado es dejar de lado la esencia de lo pedagógico y poner en un segundo plano con ello la posibilidad de construcción de relaciones educativas y espacios de convivencia a través de las redes sociales, que es uno de los lugares privilegiados donde adolescentes y jóvenes interaccionan de forma síncrona y asíncrona, real y virtual, intercambiando con 'naturalidad' roles, dimensiones y estrategias comunicativas. Las redes sociales suponen en cierta forma un mundo paralelo y perdendicular a su vez, en el sentido de que cada vez hay más interacciones en la misma, por lo que la manera de experimentar el espacio y el tiempo de las relaciones se va transformando. Se han confirmado como una herramienta de conformación identitaria y del mundo social a través de la comunicación. De hecho, han transformado el propio proceso comunicativo. No podemos hablar de educación sin tener presente en los procesos de enseñanza estas cuestiones. La selección y encorsetamiento del pensamiento al que llevan las redes sociales en cuanto a la representación del mundo en base a una información basada en lo que busco y con lo que me relaciono, suponen el diseño de un universo informativo y relacional 'a medida' (sin entrar en cuestiones ahora mismo de manipulación, de bots o de fake news ), lo que suele ser contrario al pensamiento libre y crítico, que requiere necesariamente del disenso, de contrastar con el otro.