La arquitectura y el urbanismo deben contribuir al progreso urbano preservando los frágiles valores de los paisajes heredados, integrando lo viejo y lo nuevo. Para ello resulta esencial investigar la evolución de cada lugar, usando fuentes gráficas y cotejando su fiabilidad. Aquí se aborda el caso de las primeras vistas de Málaga en el siglo XVI. Tras citar representaciones simbólicas de escaso valor documental, se analiza la elaboración de las vistas de Anton van den Wyngaerde en 1564 y de la vista publicada en el Civitates Orbis Terrarum en 1572, que aportan excepcionales testimonios de un paisaje transformado durante siglos.