La proliferación de bulos que circulan por la Red supone un reto para el periodismo ante la dificultad que presenta el contraste de estos contenidos. Para paliar ello, en la última década se ha popularizado el fact-checking como una práctica periodística a nivel global (Salaverría et al., 2020; Johnson, 2023), lo que, a su vez, ha motivado un cambio en las rutinas de trabajo de los profesionales de la información (Herrero de la Fuente et al., 2022), así como en el perfil demandado por las empresas, cada vez con mayor incidencia la capacitación en habilidades y herramientas tecnológicas (Sánchez y Sánchez, 2017).
El propósito de esta comunicación estriba en explorar las rutinas profesionales de los periodistas españoles relativas a la verificación de la información, así como determinar cuáles son las principales fuentes para el chequeo de los datos. Para ello se ha diseñado un cuestionario en el que se combinan preguntas cerradas con otras de escala Likert y en el que se pone el foco sobre aspectos como el promedio de tiempo dedicado, las exigencias de cada tema, las fuentes consultadas o las herramientas digitales empleadas durante el proceso de verificación.
Se espera que los resultados pongan de manifiesto el aumento de tiempo dedicado a esta tarea en los últimos años debido a las oleadas de fake news surgidas de manera paralela a hechos de gran relieve internacional -procesos electorales, pandemia…-, lo que ha exigido redoblar los esfuerzos de los periodistas. Asimismo, en la línea de estudios previos (Blanco-Alfonso et al., 2021; López-Martín et al., 2022), los verificadores acudirán a más de dos fuentes distintas para contrastar cada información, con especial protagonismo de las fuentes gubernamentales y los recursos digitales como TinEye, Archive, Wayback Machine o Google Maps, entre otros.