La amplia y diversa relación de los museos con los desarrollos científico-técnicos de cada momento histórico puede abordarse desde múltiples perspectivas. Uno de estos enfoques nos remite, precisamente, a la dialéctica entre posibilidades e imposibilidades, que articula buena parte del pensamiento sobre el museo y su práctica. En los planteamientos asociados a visiones tecnoutópicas, la tecnología, en sus diferentes modalidades y formas, ha tendido a concebirse como un espacio de posibilidades, legitimado por las ideas de progreso e innovación que solemos atribuir a lo tecnológico en nuestro imaginario cultural. La tecnología se ha presentado, así, como la palanca de cambio que hace posible lo que en el mundo pretecnológico (si es que alguna vez existió un mundo pretecnológico habitado por seres humanos) resulta imposible. La tecnología, por su parte, también ha traído nuevas imposibilidades como consecuencia de las transformaciones experimentadas por las prácticas artísticas y culturales cuando estas se han visto intervenidas, afectadas o generadas por procesos tecnológicos. Así pues, pensar sobre museografías y catalografías que son o se han vuelto imposibles conlleva casi de modo irremediable pensar en los efectos y derivaciones de la acción tecnológica sobre las prácticas museológico-museográficas y artísticas.