Los festivales de pop-rock se han convertido en los últimos años en un fenómeno mundial. En países como España su desarrollo ha sido aún más exponencial, debido a su poder de atracción turística y a favorecer el desarrollo económico de la zona que los alberga. Además, son productos que se han adaptado fácilmente a las prácticas culturales de la generaciones más jóvenes, marcadas por la rapidez, la condensación y la búsqueda de experiencias. Se puede decir que, hoy en día, los festivales especialmente los que se celebran al aire libre, son productos elaborados, diseñados, planificados y mercantilizados por las industrias culturales y creativas actuales, en concreto por la industria musical, aunque también por otros actores que intervienen en su desarrollo. En la gran mayoría de ellos, los organizadores toman como referencia el imaginario colectivo en torno a los festivales de la Contracultura de los 70 para convertirlos en productos comercializables, vendibles, experienciales y más propios de la economía del entretenimiento que de la cultura.
A través de una profunda revisión documental y entrevistas a expertos, este trabajo busca ofrecer una delimitación conceptual que describa las características actuales del fenómeno, heredero de la Contracultura hippie, pero más parecido a un destino de experiencias y ocio. Los resultados apuntan a que los festivales de pop-rock actuales han trascendido al producto musical para convertirse en ecosistemas donde los actores que los hacen posibles —organizadores, patrocinadores, artistas, asistentes, administraciones públicas, medios de comunicación, etc.— desarrollan sus narrativas, basadas en el imaginario colectivo de la cultura popular sobre festivales de rock, con la finalidad de crear un producto que pueda ser consumido de forma experiencial.