A lo largo de cuarenta años de democracia en España las mujeres han sido protagonistas de uno de los mayores procesos de cambio social que conozcamos por su profundidad—-afectando relaciones y estructuras sociales así como normas explícitas e implícitas-—y amplitud-—tocando prácticamente todos los ámbitos de la organización social, desde la familia a las empresas, pasando por la política. Pero esta gran transformación de las relaciones de género no es el producto sui generis de la historia reciente de España. De manera simultánea, en el resto del mundo occidental la llamada "revolución de género" avanza con patrones y obstáculos parecidos. Para mostrarlo, en este capítulo contrastamos el caso español con la situación de ocho países de la Unión Europea (UE) para los que existen datos comparables en el periodo 2006-2018: Bélgica, Dinamarca, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia y Portugal. A ellos, abusando del lenguaje y por brevedad, nos referiremos como "Europa". Este es un periodo crítico de nuestra historia reciente porque incluye la Gran Recesión de 2008-2013; también es crítico metodológicamente porque incluye el cambio en la clasificacional ocupacional de 2011. Destacan cuatro tendencias en los resultados para España. En primer lugar, el incremento del desempleo a costa de: (a) el empleo remunerado masculino, y (b) el empleo no remunerado de las mujeres en el hogar. En segundo lugar, el aumento del número de hombres con contrato a tiempo parcial. En tercer lugar, la reducción de la segregación ocupacional, y, en cuarto, el resultado agregado de todo ello es un descenso de la segregación de género que, aunque leve en Europa, en España se asemeja a un escalón, con la parte vertical situada en los años centrales de la crisis (2010-2011), y que resulta en una convergencia notable con Europa: en 2018 el índice M se sitúa en 16,9 puntos en España y en 16,4 puntos en Europa. La actual importancia del sector servicios y la pujanza del feminismo y del igualitarismo de género invitan a pensar que el incremento en la actividad económica de la población femenina perdurará en el tiempo. Pero, tal vez, el fenómeno de mayor calado para el equilibrio de género que la Gran Recesión ha propiciado y que destacamos en este capítulo sea el incremento del porcentaje de hombres en empleos a tiempo parcial. Si este fenómeno modifica las expectativas vitales de un número suficiente de hombres-—alterando sus decisiones de inversión en capital humano, por ejemplo—-, las relaciones de género podrían verse profundamente afectadas.