En plena era del dataísmo el ser humano ya no es soberano de sí mismo sino que es el resultado de operaciones algorítmicas que lo dominan, sin que sea percibido. Estamos constantemente expuestos a datos, sin apenas mediación. Vivimos en el mundo de lo inmediato, sin ese lugar de refugio que ha existido en todas las épocas de la humanidad. Esto está generando las enfermedades de nuestra época: la depresión, la fatiga crónica, el agotamiento... Mediante Big Data es posible descubrir información que está en nuestro inconsciente, información que ni nosotros mismo somos capaces de descifrar. Asimismo, en el universo online, las huellas digitales que dejamos con nuestras interacciones pueden ser procesadas mediante sofisticadas técnicas de análisis de lenguaje natural o a través de aplicación de algoritmos de búsqueda de términos, averiguando con cierta fiabilidad cuales son los conceptos básicos que la gente está comentando en las redes online. Además de la capacidad de control e influencia a través del Big Data también se consigue capacidad de predecir, capacidad de adivinar comportamientos, de saber qué es lo que va a ocurrir, en la medida de las probabilidades. Si bien actualmente hay una tendencia a la demonización del Big Data no todo es perjudicial y negativo. La tecnología no es neutra, como toda innovación puede ser utilizada para fines perversos pero también para fines constructivos, que tienen que ver con fines beneficiosos, como por ejemplo para el descubrimiento de nuevas enfermedades, en la detección de desastres naturales, para establecer programas de protección civil, de gestión de desastres naturales. Este tipo de uso puede mejorar la vida de las personas e incluso salvarlas.