Al leer el capítulo de García Bellido, encontramos que hay ciertos conceptos que se echan en falta. Tal vez porque sus fundamentos hayan sido expuestos en otros apartados del libro, tal vez porque el mismo enfoque de esta obra, no les dedica un lugar central. Uno de éstos conceptos es la diferencia fundamental que radica entre los dos artes clásicos por excelencia, el griego y el romano. En Grecia, el arte mantuvo su carácter sagrado, en forma de obras y representaciones de los dioses y para los dioses; y muy avanzado el tiempo, en la etapa helenística, también fueron representados los hombres que se asemejaban a dioses (Alejandro, monarcas helenísticos...). En Roma, ese carácter sagrado se pierde. El escultor llega a estar mal visto, no es una profesión adecuada para personas de dignidad, ni patricios, ni emperadores.