Ni que decir tiene que no ha lugar cuestionar la significación de la relación médico-paciente en la praxis clínica. Es igualmente aceptado por la casi totalidad de clínicos y académicos que el encuentro entre el médico y el paciente se ubica en un escenario o espacio en el cual ambos –el médico y el paciente- desarrollan sendos roles. De tal manera, que el médico lo es del paciente únicamente en ese “setting” y viceversa, siempre que no se trate de situaciones de crisis o de urgencias.
La sala de espera es, de hecho, la antesala de dicho encuentro. En ella, los pacientes y sus familiares esperan a que se les atienda, que se les llame, bien por su nombre o por un código indescifrable para el profano.
Cabe preguntarse si la sala de espera tiene una función específica dentro del ámbito asistencial y, además, si como tal se deberían considerar aspectos de tipo estructural y otros que reflejaran la naturaleza de la misma relación médico-paciente establecida en dicho espacio.
Desde la vertiente de la Psicología Médica pueden aflorar algunas preguntas relativas a la sala de espera cuando se trata de consultas de atención primaria. Citemos algunos planteamientos generales:
-¿De qué se habla en la sala de espera?
-¿A todos los pacientes les agrada encontrarse o reconocerse en ese lugar?
-¿Qué tiempo de espera transcurre?
-¿Los pacientes prefieren que se les atiendas de inmediato nada más entrar o, por el contrario, tener un cierto tiempo previo a la consulta en sí?
-¿En qué se ocupa el paciente cuando está en la sala de espera: organizar su documentación, preparar qué va a decir (sintomatología, preguntas y dudas), tener información de la situación de otros pacientes (dolencias, pruebas diagnósticas, indicaciones y resultados terapéuticos.