Mostrar la imagen del observador desde una perspectiva imposible (para uno mismo) y extrañamente transformada (por una mirada particular), con el fin de reflexionar sobre la representación de la propia identidad, es el propósito de esta obra. Para ello se recurre a una instalación multimedia interactiva, donde la figura del visitante es capturada mediante una videocámara situada en posición dorsal. Sus movimientos se muestran en 18 proyecciones distintas, cada una de las cuales se encuentra caracterizada por dos dimensiones: iconicidad y transformación. La iconicidad se refiere al nivel de similitud entre imagen real e imagen representada (que va desde muy figurativa a muy abstracta). La transformación se mueve en dos direcciones contrapuestas: aleatorización (añadiendo “ruido” a la imagen) y sesgo (modificando en un único sentido la imagen). La obra insinúa al visitante el origen de tales transformaciones mediante las miradas únicas de distintos sujetos, por lo que se le invita a buscar el nexo de unión entre miradas y representaciones. La obra sirve como elemento de reflexión acerca de cómo la percepción (mirada) de otros nos devuelve, a modo de reflejo peculiar, una imagen sobre nosotros mismos.