El programa iconográfico del retablo de San Pedro de la catedral de Tui se centra en la intercesión, el juicio postrero y la censura de los vicios. Dicho mensaje redentivo comienza a tomar forma a través de efigies de San Pedro, San Roque y San Sebastián. En medio de la predela se disponen los cuatro destinos del alma: Gloria, Limbo de los Niños, Infierno y Purgatorio. En los extremos del banco se sitúan dos imágenes alegóricas ligadas a los vicios: un niño que agarra con sus manos una anfisbena, y otro infante bicéfalo que hace lo propio con sendas aves. En las pilastras de la hornacina del Príncipe de los Apóstoles se tallan delfines. Este pez mítico posee una significación salvífica y en su condición de animal psicopompo alude al cometido mesiánico de Cristo, una simbología muy adecuada en el contexto de las Postrimerías y al papel del pescador de Galilea como mediador entre Dios y la humanidad.