La educación alternativa bajo principios pedagógicos libertarios, como hecho supranacional en movimiento, no es un fenómeno probablemente abarcable en sí, sino que se trata de un concepto práctico, con unos mínimos procedimentales teórico-prácticos para su estudio. En este sentido, bajo un paradigma cualitativo, una de las bases metodológicas de la investigación se encuentra en la triangulación, concebida como un modo de protegerse de las tendencias de quien investiga, y de confrontar y someter a control recíproco la información de distintos orígenes. El presente artículo toma partido por ello, se enmarca y apuesta por la ciencia crítica, opuesta diametralmente al papel que representan las y los intelectuales de consumo. Es fácil criticar a las alternativas, o al menos a las que pretenden serlo dentro de los escasos márgenes del neoliberalismo; investigarlas, de forma científica, no es tan sencillo, pero es una opción, puesto que creer en otro tipo de educación no es una cuestión de fe, sino de hechos tangibles, dentro del mundo distópico que nos rodea, y hemos de fundamentar el conocimiento más allá de la ideología, con las fuentes primarias a nuestro servicio, y aportando a la comunidad toda una serie de datos, con el objeto de que quien desee interesarse por nuestros trabajos, no albergue ningún género de dudas de que no formulamos profecías autocumplidas, sino realidades, siempre, por supuesto, contrastables, rebatibles, ampliables e, incluso, con fines sociales. La educación anarquista tiene probablemente tantos caminos como protagonistas, siempre con una base, nunca próxima al Estado y al capital.