El interés de los investigadores peninsulares sobre la formación del registro arqueológico decreció considerablemente una vez que, en los años ochenta del pasado siglo, la influencia de la obra de L. Binford fue remitiendo y la Nueva Arqueología entró en decadencia. No obstante, la reflexión sobre los procesos de formación del registro arqueológico ha continuado hasta la actualidad, y de hecho ha ido progresivamente cobrando mayor importancia. Las últimas tendencias en este campo han insistido en la aplicación de lo que llamaremos el ciclo formativo del registro arqueológico, un esquema conceptual que viene siendo profusamente empleado en muchos estudios sobre formación del registro arqueológico, especialmente entre los seguidores de la Arqueología Conductual de M. Schiffer. En efecto, sus últimas propuestas no usan las nociones de deposicional y posdeposicional, sino que asumen, con ligeras variaciones de unos autores a otros, un esquema biográfico que sitúa los procesos de formación del registro en una de estas tres fases: 1) ocupación/uso; 2) abandono; 3) posabandono. Dentro de este esquema, la denuncia a lo que se denomina Premisa Pompeya es una clave esencial. Desgraciadamente, y pese a su utilidad, este marco conceptual sigue siendo ignorado por los arqueólogos de la Península Ibérica. En el presente artículo definiremos el concepto, expondremos algunas de sus implicaciones, señalaremos el escaso eco que ha tenido en el ámbito académico peninsular y, finalmente, indicaremos las críticas que ha recibido desde las Arqueologías Posprocesuales. Como conclusión, afirmaremos su utilidad en la práctica arqueológica, aunque convenientemente matizada por los apuntes realizados por autores como Hodder o Moore.